“Tejer la paz: el verdadero desafío del Plan Michoacán”
- Redacción
- 10 nov
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Michoacán vuelve a ocupar los titulares. No por un logro económico ni por un avance social, sino por una herida que duele al país entero: el asesinato del alcalde de Uruapan, José Díaz Pulido. La noticia no solo consternó a la sociedad mexicana, sino que volvió a colocar en el centro de la conversación un tema que parecía controlado: la seguridad.
Frente a este panorama, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó el Plan Michoacán por la Paz y la Justicia, una estrategia que combina presencia del Estado y atención a las causas. Pero sobre todo, una forma distinta de entender el poder: no desde el escritorio ni desde la imposición, sino desde el diálogo, el contacto y la reconstrucción de confianza entre gobierno y sociedad.
A diferencia de los programas de seguridad que se implementaron en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, centrados casi exclusivamente en la fuerza, este plan propone un equilibrio entre contención y comprensión. La presidenta ha sido clara: la violencia no se combate solo con armas, sino con oportunidades. Por eso, además del despliegue de fuerzas federales y militares, se priorizarán políticas de desarrollo, educación, empleo y bienestar.
La diferencia de fondo está en el tejido fino con el que se está actuando. En lugar de imponer soluciones desde el centro, se busca sentarse a hablar con empresarios, productores, líderes religiosos y actores políticos locales, entendiendo que el verdadero termómetro de la paz no está en las estadísticas, sino en la convivencia cotidiana de los pueblos. Es ahí donde el gobierno federal planea medir y ajustar su estrategia: escuchando.
Los resultados respaldan este enfoque. Hoy México registra 22 homicidios menos al día que en 2024, una cifra que podría parecer fría, pero que en realidad significa cientos de vidas salvadas cada mes. En Michoacán, los secuestros y extorsiones también muestran una ligera tendencia a la baja, según la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
Mientras tanto, la oposición ha preferido convertir la tragedia en una bandera partidista, olvidando que la violencia no tiene color. En redes, las voces más estridentes repiten viejos discursos, sin reconocer que hay una nueva forma de gobernar: con firmeza, pero sin soberbia; con fuerza, pero también con humanidad.
La presidenta lo sabe: reconstruir Michoacán es más que una meta de seguridad, es un acto de reconciliación nacional. Si logra mantener ese equilibrio entre la fuerza del Estado y la escucha activa, el Plan Michoacán podría marcar un antes y un después en la política de seguridad del país.
Porque la paz no se impone: se teje. Hilo a hilo, encuentro a encuentro.
EpicentroMx






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