“Los Manifestantes de Celular: El día que la marcha los esperó… pero no llegaron”
- MARCO ANTONIO VALDERRAMA RODRIGUEZ

- 18 nov
- 2 Min. de lectura
La marcha del 15 de noviembre pudo haber sido el punto de inflexión para quienes, día tras día, cargan en redes sociales un rencor casi profesional contra el gobierno, la 4T, sus políticas y sus símbolos. Era la gran oportunidad para transformar likes en pasos, quejas en acción y memes en presencia, pero terminó convertida en el episodio perfecto de un fenómeno nacional: la indignación sedentaria.
Entre los sectores más vocales destaca uno que ha sido particularmente estridente: trabajadores, simpatizantes y defensores del Poder Judicial Federal, quienes durante meses han protagonizado batallas digitales, campañas de hashtags, parodias, reenvíos masivos, amenazas veladas y una catarata diaria de sátira, enojo y desprecio.
Pero cuando llegó el día de salir, no fue su voz la que llenó las avenidas, sino… su silencio presencial.
Conviene matizar: seguramente hubo quienes sí asistieron, pero como bloque social no lograron una presencia visible, masiva ni representativa, quedando muy lejos del músculo que proyectan en X, Facebook, Telegram o WhatsApp.
Y no fueron los únicos. Tampoco se percibió una asistencia contundente de:
• jóvenes universitarios organizados, pese a que la retórica digital juvenil se vende como antisistema,
• influencers y opinadores políticos, expertos en live y ring light pero no en pavimento,
• ciudadanos que presumen conciencia, criterio y músculo crítico, pero que cuando toca actuar apelan al clima, al tráfico, al cansancio, al “no sirve de nada” o, peor, a “yo ya hice lo mío con publicar”.
El contraste es doloroso: quienes dicen que “México se cae en pedazos”, no cruzaron siquiera la puerta de sus hogares para demostrarlo.
¿Cómo exigir cambios si no se sostiene ni lo más básico: la presencia?
La historia de los derechos en México —agua, vivienda, voto, educación, tierra, justicia social— no se ganó desde un sillón, ni desde un iPhone, ni desde un reel,
se ganó con calle, cuerpo, voz, riesgo, sudor y espíritu colectivo.
La ausencia no es neutra:
la incomparecencia social en momentos críticos desacredita la narrativa del desastre, y deja claro que para algunos el enojo no es una causa, sino un hobby emocional.
Al final, el mensaje quedó escrito en letras grandes sobre el asfalto vacío:
Quien no se mueve, no cuenta.
Quien no camina, no cambia.
Quien no aparece, no existe.
EpicentroMx






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