“El agua y los privilegios: la verdadera agenda detrás de los bloqueos”

México amaneció entre carreteras tomadas, filas interminables y miles de personas atrapadas por los bloqueos de campesinos y transportistas en el norte y el centro del país. El reclamo, en el discurso público, parece simple: inseguridad y rechazo a la nueva Ley General de Aguas. Pero basta rascar un poco para entender que lo que está ocurriendo no es solo la expresión de un malestar social: hay manos viejas moviendo hilos muy conocidos.

Porque sí, entre quienes marchan hay campesinos genuinos, productores que sufren robos, extorsiones y violencia en carretera. En eso no hay duda. La inseguridad en rutas del Bajío, del norte y del centro ha golpeado duro en los últimos meses, y ese reclamo merece escucharse con respeto. Pero esa causa legítima se diluye cuando, detrás de esas filas de tractores y pipas, aparecen los de siempre: terratenientes de apellido influyente, acaparadores de agua, huachicoleros del líquido y grupos acostumbrados a manejar concesiones como si fueran títulos de propiedad privada.

La protesta de hoy no puede entenderse sin la reforma del agua que impulsa el gobierno federal. Una iniciativa que, dicho claro, les mueve el piso a quienes han tenido en sus manos el acceso, reparto y negocio del agua durante décadas. La presidenta ya lo dijo sin rodeos: hay quienes se manifiestan para proteger privilegios que no queremos que sigan existiendo. Y no se equivocó.

Porque ¿qué prevé la nueva Ley General de Aguas?

Algo tan simple como revolucionario: democratizar el uso del agua, acabar con el acaparamiento, transparentar concesiones, frenar el mercado negro, impedir el uso político del líquido y garantizar que el recurso llegue al pueblo —no solo a los que han construido imperios familiares sobre él.

Y ahí es donde tiemblan los de siempre.

¿Qué podrían perder?

Los terratenientes:

• Concesiones gigantescas heredadas como si fueran patrimonio privado.

• Control sobre pozos y manantiales que explotan para cultivo intensivo o venta.

• Capacidad para bloquear acceso a comunidades enteras.

• El manejo unilateral del agua en regiones completas.

Los huachicoleros del agua:

• Tomas clandestinas que hoy operan como negocio privado.

• Venta de agua sin tratamiento a sobreprecio en zonas urbanas y rurales.

• Control del suministro en épocas de sequía mediante redes clandestinas.

• Influencia política basada en chantaje hídrico.

¿De verdad estos grupos están ahí para defender al campesino?

¿O están ahí para defender su caja registradora?

Cuando uno ve en la protesta a la familia LeBarón, con enorme poder territorial y grandes extensiones de tierra, cuando se identifica la presencia de sindicatos de pipas que históricamente se han beneficiado del reparto irregular del agua, cuando aparecen actores regionales claramente ligados al huachicol hídrico, la narrativa se cae sola. No es el pueblo llano quien dirige la protesta —son los que siempre han manejado el agua como negocio privado.

Y mientras tanto, Gobernación sigue firme.

Las reuniones se prolongaron hasta la madrugada y terminaron, nuevamente, sin acuerdos. Se prevé que los bloqueos continúen. Y se entiende: cuando la reforma plantea quitar privilegios tan arraigados, los privilegiados no van a soltar fácil.

Sí: hay reclamos legítimos sobre seguridad en carreteras. Nadie puede negar la violencia brutal que ha golpeado a transportistas en el norte, el Bajío y el centro del país. Ese reclamo merece solución, merece estrategia y merece resultados. Pero permitir que esos reclamos sean usados como caballo de Troya por quienes quieren seguir controlando el agua como propiedad privada… desacredita todo el movimiento.

Hoy México enfrenta un momento clave:

democratizar el agua o dejarla en manos de quienes la han tratado como botín por generaciones.

Y las protestas de estos días no son otra cosa que la reacción desesperada de quienes saben que el viejo modelo se está acabando.

EpicentroMX