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⚽ Así se vivió El Clásico en Polanco: el día que Real Madrid volvió a mandar

  • Redacción
  • 28 oct
  • 2 Min. de lectura

Hay eventos que se sienten más como una misa que como un partido, y el Clásico español es uno de ellos.

Ayer, 27 de octubre, LaLiga en México organizó un watch party en el Pinche Gringo BBQ de Polanco, donde los fieles del fútbol —culés y merengues— se congregaron bajo el mismo techo, con la esperanza de salir bendecidos por su escudo.


El ambiente fue familiar y festivo, aunque, como dicta la naturaleza humana, las burlas y provocaciones volaban con la misma soltura que los balones al área. Entre niños con camisetas de Bellingham, adultos con bufandas azulgranas y gritos de “¡hala Madrid!” que retumbaban entre las mesas, la rivalidad se sentía viva, pero civilizada.


El lugar lucía espléndido: banderas colgando, bufandas ondeando, los jerseys de todos los clubes de LaLiga decorando las paredes, y al centro, una pantalla gigante que hacía las veces de altar. El olor a carne asada del Pinche Gringo se mezclaba con el aroma de la cerveza Mahou, generosamente regalada por los organizadores. Entre las mesas, se dejaban ver peñas, familias y personalidades, incluida la esposa de Keylor Navas, símbolo de que el fútbol, cuando se juega con clase, convoca a todos los credos.


El partido fue lo que se esperaba: intenso, polémico, eterno. Los goles anulados al Madrid encendieron los ánimos; el penal no marcado levantó las cejas y las voces. Pero cuando cayó el segundo gol blanco, el lugar explotó. Hubo abrazos, cerveza volando, y hasta algún “¡te lo dije!” que se perdió entre los gritos.

La expulsión de Pedri se celebró con un júbilo que solo quien ha sufrido un Clásico puede entender. Y sí, también hubo burlas para Lamine Yamal y Vinícius, porque el folclore no se negocia.


Los patrocinadores —Izzi, Sky e Iberia— pusieron su parte para que la experiencia tuviera vuelo, pero lo que realmente importó fue el espíritu. Fue un Clásico vivido con pasión, con familia, con risas y sin excesos.


Y mientras los culés masticaban resignación y los madridistas brindaban por la gloria, quedó claro que el fútbol, cuando se comparte, se vuelve comunidad.

A veces gana uno, a veces el otro… pero el ritual siempre es el mismo: cerveza fría, burlas calientes y un balón que no envejece.


El pez por la boca muere, dicen por ahí, y ayer el mar fue blanco.

Lamine habló en la semana, pero Real Madrid habló en la cancha.


Por Carlos Lemus | Epicentro MX



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