Trinidad González: El arte de ser libre
- Redacción
- 25 nov
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Actualizado: 25 nov
Por: Emily Medina
Actriz, modelo e inspiración para miles, Trinidad González se ha ganado un lugar en la conversación pública por una razón sencilla y poderosa: su autenticidad. Tabasqueña de origen, chilanga por decisión y artista por vocación, hoy vive un momento luminoso tras dar vida a Sicarú en El secreto del río (Netflix).
Entre pasarelas, sets de grabación y rituales cotidianos —un mezcalito, un helado con un twist inesperado—, Trini encarna una idea de libertad que es, al mismo tiempo, un acto de amor propio y de valentía.

Una maleta de sueños y una ciudad que la abrazó
Cuando Trinidad llegó a la Ciudad de México, lo hizo con prisa, fe y una certeza que solo tienen quienes apuestan todo por un sueño.
“Yo vine con una maleta de sueños porque yo tenía muy poco presupuesto. Y aparte tenía muy poco tiempo, era como a ver si ‘chicle y pega’ y pues pegó y sigo aquí”, recuerda con una sonrisa.
Ese salto —confiesa— fue más espiritual que geográfico:
“Creo que el sueño que más se ha cumplido es el conectar conmigo misma, o sea, como encontrarme yo”.
De Tabasco a la capital, su ruta no fue lineal. Trinidad comenzó como modelo, y en la CDMX desfiló en Fashion Week, aunque hoy la seducen más las campañas y las sesiones de foto: “Una pasarela dura cuatro segundos caminando… Una sesión de fotos la disfrutas: eres tú, te diviertes”.

Sicarú, el papel que cambió su destino
Su entrada a la actuación fue, como ella misma dice, “un portazo del destino”.
“Entré por la puerta grande”, afirma sobre El secreto del río.
No vio el guion completo: solo la descripción de una mujer con la que sintió una conexión inmediata.
“Yo no sabía que era para Netflix… Yo nada más dije si lo quería hacer”.
Después llegó el vértigo: la serie se estrenó, el personaje tocó fibras, y las redes se encendieron.
“Yo antes tenía como 6,000 seguidores y ahorita casi 100 mil”, cuenta entre risas.
Pero más allá de la fama, lo que realmente marcó fue la reacción del público:
“Fue como este abrazo a mi niña anterior… Nos abrazamos entre todos, todas”.
Sicarú le dejó algo irrenunciable:
“Me quedé con mucha valentía y seguridad de mí misma. Esta mujer como que me dijo: ‘eres una chingona’”.
La sincronía fue total. En el momento del casting, Trinidad estaba por mudarse a Londres —la ciudad donde hizo su transición— y pidió una señal al universo. La respuesta fue Sicarú: “Le pedí a la vida una señal y fue cuando llegó el personaje que me cambió la vida”.
Fe, familia y libertad
La fe, para Trinidad, es íntima y libre de dogmas.
“Hoy en día creo en Dios, pero en mi Dios. Un Dios que acepta, que ama, que protege, que es libre”, dice con serenidad.
Su familia —dos hermanos mayores, una hermana menor y una madre que hoy es “bestie”— representa su ancla y su refugio. Y su otra gran casa es la Ciudad de México.
“La Ciudad de México tiene más libertad, se hace como un arcoíris de mil cosas”.
Habla de empatía con la claridad de quien ha aprendido a defenderla:
“No tienes que ser parte de la comunidad LGBTIQ+ para ser empático… Hoy en día lo que falta es muchísima empatía”.

Los rituales de una mujer auténtica
En la cotidianidad, Trinidad es tan humana como fascinante.
Ama los mariscos —“pescado zarandeado y almejas”—, las sobremesas largas y los brindis con “un mezcalito, idealmente con sal de chapulín”.
En su bolsa siempre hay bolsitas de croquetas para su perrita salchicha, Teodora, su compañera inseparable.
Confiesa que el shopping es su hobby más constante, que aprendió a nadar a los tres años y que montar a caballo la hace sentir en paz.
Su playlist la delata: Ariana Grande para los días brillantes, Lupita D’Alessio para las noches intensas y Adele para los momentos en que algo se mueve por dentro.
“Cuando pongo Adele… saben que algo me pasó”, dice con una carcajada que ilumina la habitación.
La inspiración de lo real
Trinidad tiene una energía cercana, contagiosa. Habla sin filtros, ríe con facilidad y mira de frente.
Lejos de los estereotipos de la perfección, se define por su autenticidad:
“Mis amigas me inspiran más que nadie, me inspiran porque son reales”.
Para ella, el éxito no está en fingir, sino en permanecer humana.
En lo profesional, hoy prioriza colaboraciones con marcas mientras continúa su formación actoral.
“Sigo preparándome para ser una buena actriz y que les guste mi trabajo”.
No hay prisa: la solidez no se improvisa.
Su mantra tatuado
Si hay una frase que condensa su filosofía y su camino, está grabada en su piel y en su alma:
“Frente a los ojos correctos, somos magia”.
Una sentencia que no solo define a Trinidad González, sino que nos recuerda algo esencial:
la belleza no está en ser vista, sino en ser comprendida.







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